lunes, 15 de junio de 2015

MITOS Y LEYANDAS DE TURMERO III

LA MARCELOTA
La princesa Marcela: ¿leyenda o realidad?
Tal vez los orígenes de algunos lugares de Turmero se han venido confundiendo con los “cuentos” de los viejos, por eso es posible que el nombre que ostenta la comunidad de “LA MARCELOTA”,  haya nacido producto de esta  leyenda que traemos a colación, aprovechando el marco cultural que con motivo de la celebración de las Fiestas Patronales de Turmero, dedicamos a La Virgen de Candelaria, como tributo germinado en el arraigo de la fe cristiana de nuestra población.
ANTECEDENTES :
Corrían los años 40 y había un pozo del río que recorre por un costado a  lo que hoy es la “La Marcelota”, cuando se decía en todo Turmero, que ningún  niño  se podía bañar en el pozo “el samán”  del mencionado río, porque habían duendes que se los llevaban a su mundo, un supuesto  mundo de  pequeños seres  confundidos con  ángeles entre los que estaba una princesa indígena cuyo nombre dio origen a ese sitio de Turmero, afirmaban que por aquel portal los menorcitos eran atraídos hacia ese mundo en sospechas, el cual aumentaba su población con inocentes criaturas tomadas de nuestro mundo terrenal.  El único testimonio dado por cierto --- según aquellos habitantes de La Marcelota ----- era el de  un niño de una familia de apellido Martínez, que logró regresar por la benevolencia de la virgen María que en advocación virgen del Carmen,  se habría de convertir en patrona de La Marcelota,  un dieciséis de julio, día en que la feligresía de esa comunidad agrícola de aquel entonces, celebró la primera  misa en su honor y en ella  le pidieron el milagro suscitado horas más tarde.
LA LEYENDA :
Indagando entre los  más viejos se conoció de una original leyenda surgida seguramente de los buenos y elementales deseos y sentimientos de los lugareños, en su mayoría descendientes lejanos de los primeros pobladores de lo que fue una pequeña aldea de indígenas fundada por un cacique Meregoto  padre de una bella princesa de nombre Marcela, quien huyendo de los españoles pretendiendo encontrarse con un joven príncipe índigena también fugitivo y amado por ella, terminó sus días en ese pequeño valle. A dicha princesa sus cuidadores le atribuyeron el don de poder transformarse y desaparecer en las cristalinas aguas del río, cuando los soldados españoles andaban en su búsqueda, a ella la perseguían por no haber aceptado las pretensiones de ensuciar su cuerpo y su alma prostituyéndose con  uno de ellos, luego que mataron al príncipe indígena que era su pretendiente. Lamentable fue además el crimen cometido por estos invasores contra los rebeldes y valientes indígenas que por orden de su cacique velaban por la integridad física de la princesa Marcela, ya que sorpresivamente fueron asesinados mientras dormían, gracias a un mestizo delator, que a cambio de privilegios los llevó hasta ellos.
Muertos su príncipe amado y sus cuidadores, Marcela habitó en el mundo de los duendes y los domingos  por la mañana cuando regresaba al solitario pero hermoso bosque  de lo que en el presente es La Marcelota, lloraba de tristeza su soledad, era así que sus lágrimas corrían en las cristalinas aguas del río convirtiéndose en melodía de un  ligero canto emanado de su hermosa voz en su lengua autóctona. Se dice que en él contaba su historia a los animales, quienes eran sus únicos oyentes.
Un día,  varios indígenas fugitivos del imperio español provenientes del puerto de Chuao, acamparon a escondidas en un lado del camino de recuas por donde habían escapado, fue en medio del obligado descanso cuando oyeron a lo lejos aquella triste canción con tan hermosa melodía, es así que fueron atraídos y se internaron en el bosque llegando hasta el pozo “el samán”, el cual asociaron con un enorme samán caído sobre una de sus orillas y pudieron ver a la princesa Marcela en su sufrimiento, más al acercarse a ella desapareció. Uno de estos indígenas que se había enterado de lo ocurrido y conocía al cacique que se  negaba como ellos  mismos a someterse a la esclavitud impuesta por los españoles, fue hasta él y le dio aviso por lo que vinieron al lugar pero no la encontraron jamás, luego suponiendo que había muerto y por eso su espíritu apareció aquella vez a los fugitivos, su padre decidió oficializar en aquel sitio una pequeña aldea poniéndole el nombre de su hija, la princesa  Marcela, por lo que esos indígenas fundadores y sus descendientes a medida que fue creciendo la población con el propósito de evitar el asedio español, le pusieron el nombre de La Marcelota, nombre que conserva hasta el presente.







COMENTARIO CONCLUSIVO :
Contado esto, ¿realidad o fantasía?, en los años 40 La Marcelota  conservaba las características de una aldea de viviendas de bahareque, construidas sin orden, sin calles y sin energía eléctrica, sus pocos pobladores eran agricultores quienes veían llegar los fines de semana a otras familias que disfrutaban de las bondades de las aguas del río, bañistas adultos  y menores se recreaban tal y como ocurría en todos los ríos de Turmero de aquel tiempo. Por aquellos años el río jugaba un rol de importancia en la vida cotidiana de la gente de La Marcelota, en él se bañaban, hombres, mujeres, jóvenes, viejos y niños, que integraban aquella comunidad, era además el lavandero donde las mujeres le sacaban el sucio no solo a la ropa con que se vestían, sino a los utensilios de cocina, platos, ollas y cubiertos, el agua de beber entraba a esos hogares gracias a bombas manuales que a ocurrencia de algunos habían instalado junto al camino que enlazaba a una con  otra vivienda donde en tinajas de arcilla era almacenada para el uso diario. Por eso La Marcelota conservó por muchos años, hasta la década de los 70, aquel atractivo natural venido desde sus principios donde todavía se tenía como cierta la referida leyenda.
FIN. ONEROM 2014

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