LA MARCELOTA
La princesa Marcela: ¿leyenda o
realidad?
Tal vez los orígenes de algunos lugares de Turmero se han
venido confundiendo con los “cuentos” de los viejos, por eso es posible que el
nombre que ostenta la comunidad de “LA MARCELOTA”, haya nacido producto de esta leyenda que traemos a colación, aprovechando
el marco cultural que con motivo de la celebración de las Fiestas Patronales de
Turmero, dedicamos a La Virgen de Candelaria, como tributo germinado en el
arraigo de la fe cristiana de nuestra población.
ANTECEDENTES :
Corrían los años 40 y había un pozo del río que recorre por
un costado a lo que hoy es la “La
Marcelota”, cuando se decía en todo Turmero, que ningún niño
se podía bañar en el pozo “el samán” del mencionado río, porque habían duendes que
se los llevaban a su mundo, un supuesto
mundo de pequeños seres confundidos con ángeles entre los que estaba una princesa
indígena cuyo nombre dio origen a ese sitio de Turmero, afirmaban que por aquel
portal los menorcitos eran atraídos hacia ese mundo en sospechas, el cual
aumentaba su población con inocentes criaturas tomadas de nuestro mundo
terrenal. El único testimonio dado por
cierto --- según aquellos habitantes de La Marcelota ----- era el de un niño de una familia de apellido Martínez,
que logró regresar por la benevolencia de la virgen María que en advocación
virgen del Carmen, se habría de
convertir en patrona de La Marcelota, un
dieciséis de julio, día en que la feligresía de esa comunidad agrícola de aquel
entonces, celebró la primera misa en su
honor y en ella le pidieron el milagro
suscitado horas más tarde.
LA LEYENDA :
Indagando entre los más
viejos se conoció de una original leyenda surgida seguramente de los buenos y
elementales deseos y sentimientos de los lugareños, en su mayoría descendientes
lejanos de los primeros pobladores de lo que fue una pequeña aldea de indígenas
fundada por un cacique Meregoto padre de
una bella princesa de nombre Marcela, quien huyendo de los españoles
pretendiendo encontrarse con un joven príncipe índigena también fugitivo y amado
por ella, terminó sus días en ese pequeño valle. A dicha princesa sus
cuidadores le atribuyeron el don de poder transformarse y desaparecer en las
cristalinas aguas del río, cuando los soldados españoles andaban en su búsqueda,
a ella la perseguían por no haber aceptado las pretensiones de ensuciar su
cuerpo y su alma prostituyéndose con uno
de ellos, luego que mataron al príncipe indígena que era su pretendiente. Lamentable
fue además el crimen cometido por estos invasores contra los rebeldes y
valientes indígenas que por orden de su cacique velaban por la integridad
física de la princesa Marcela, ya que sorpresivamente fueron asesinados
mientras dormían, gracias a un mestizo delator, que a cambio de privilegios los
llevó hasta ellos.
Muertos su príncipe amado y sus cuidadores, Marcela habitó en
el mundo de los duendes y los domingos
por la mañana cuando regresaba al solitario pero hermoso bosque de lo que en el presente es La Marcelota, lloraba
de tristeza su soledad, era así que sus lágrimas corrían en las cristalinas
aguas del río convirtiéndose en melodía de un
ligero canto emanado de su hermosa voz en su lengua autóctona. Se dice
que en él contaba su historia a los animales, quienes eran sus únicos oyentes.
Un día, varios
indígenas fugitivos del imperio español provenientes del puerto de Chuao, acamparon
a escondidas en un lado del camino de recuas por donde habían escapado, fue en
medio del obligado descanso cuando oyeron a lo lejos aquella triste canción con
tan hermosa melodía, es así que fueron atraídos y se internaron en el bosque
llegando hasta el pozo “el samán”, el cual asociaron con un enorme samán caído
sobre una de sus orillas y pudieron ver a la princesa Marcela en su sufrimiento,
más al acercarse a ella desapareció. Uno de estos indígenas que se había
enterado de lo ocurrido y conocía al cacique que se negaba como ellos mismos a someterse a la esclavitud impuesta
por los españoles, fue hasta él y le dio aviso por lo que vinieron al lugar
pero no la encontraron jamás, luego suponiendo que había muerto y por eso su
espíritu apareció aquella vez a los fugitivos, su padre decidió oficializar en
aquel sitio una pequeña aldea poniéndole el nombre de su hija, la princesa Marcela, por lo que esos indígenas fundadores
y sus descendientes a medida que fue creciendo la población con el propósito de
evitar el asedio español, le pusieron el nombre de La Marcelota, nombre que
conserva hasta el presente.
COMENTARIO CONCLUSIVO :
Contado esto, ¿realidad o fantasía?, en los años 40 La
Marcelota conservaba las características
de una aldea de viviendas de bahareque, construidas sin orden, sin calles y sin
energía eléctrica, sus pocos pobladores eran agricultores quienes veían llegar
los fines de semana a otras familias que disfrutaban de las bondades de las
aguas del río, bañistas adultos y
menores se recreaban tal y como ocurría en todos los ríos de Turmero de aquel
tiempo. Por aquellos años el río jugaba un rol de importancia en la vida
cotidiana de la gente de La Marcelota, en él se bañaban, hombres, mujeres,
jóvenes, viejos y niños, que integraban aquella comunidad, era además el
lavandero donde las mujeres le sacaban el sucio no solo a la ropa con que se
vestían, sino a los utensilios de cocina, platos, ollas y cubiertos, el agua de
beber entraba a esos hogares gracias a bombas manuales que a ocurrencia de
algunos habían instalado junto al camino que enlazaba a una con otra vivienda donde en tinajas de arcilla era
almacenada para el uso diario. Por eso La Marcelota conservó por muchos años,
hasta la década de los 70, aquel atractivo natural venido desde sus principios
donde todavía se tenía como cierta la referida leyenda.
FIN. ONEROM 2014
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