lunes, 15 de junio de 2015

MITOS Y LEYENDAS DE TURMERO II

MITOS Y LEYENDAS DE TURMERO

El hombre ratón

Muchos acostumbran darle ese apodo a ciertas  personas cuando actúan indebidamente, pero en el caso que les contaré es tan real que no da espacio para las comparaciones, tiene su ingrediente del imaginario  popular como siempre ocurre en Turmero, pero aclaro; por no ser tan antigua su data como han sido otros relatos  de esta sección, cambié algunos nombres y sitios del pueblo para no dejar pistas que expongan al bochorno a sus protagonistas.
1980, víspera de cambios en el país, Turmero arrastra todavía viejas costumbres y también “mañas” que por poco se transforman en hábitos, en corrillos rinconeros del pueblo se habla mucho de política, --- quien lo diría ---  con los mismos elementos y las mismas situaciones de diez o 20 años atrás, parece que los cambios que comienzan a vivirse no escogieron nuestro territorio aunque sea para el chisme o  “difundirlos”, persisten los resabios en la gente; afianzada en tradiciones a punto de esfumarse, las tardes de toros coleados en tiempos de fiesta ya no son como antes, -- las principales críticas de aquel momento --  “la manga  es de hierro con bases de concreto porque al presidente del Concejo Municipal se le ocurrió mandar a construirla fija”, que en vez de “fiestas patronales” ahora son ferias y en consecuencia, convirtieron los festejos en “negocios”, comisiones van y comisiones vienen, “antes ocurría pero eran más discretos”, Juana la cubana ya no sirve para hacer chistes de la esposa de una autoridad de hace años, ahora es una canción como otras, Turmero, su plaza ya no sirve para los paseos dominicales con la música del “Negro Macías”, esa plaza no es otra cosa, además de la gente que en ella se pierde, la tribuna de las infamias descalificaciones y chismes, donde ninguna mujer se atrevía a pasar sola sin que le faltaran el respeto los vagos de oficio.
Para los naturales y quienes se quedaron a vivir en Turmero, saben que desde los tiempos de “lengua de oro”,  “muda candelaria” incluida, eran modelos severamente imitados en sus momentos, pues las matrices de opinión a decir de muchos, era que “la voz de la plaza era la voz del pueblo”, pero eso pasó a ser un deshecho social, por eso hablar del “hombre ratón”, mescló la suposición convirtiéndola en hecho y no dejó espacio para el cuento de costumbre.
Julio y agosto, dos meses lluviosos que hacían estremecer la conciencia y buscar en la fe cristiana el cobijo para librarse de los males que la gente misma provocaba, ya hacía varios años que Pedro Amador remedaba en una esquina cercana al Concejo Municipal lo del “hombre ratón”, la mayoría se burlaba porque a excepción de él nadie hablaba esas cosas, (al final veremos por qué),  tan solo un viejo y hábil chichero con fama de echarle una gotitas de “agua de angelitos” para que el muchachero de la Revenga le hiciera colas, era el único que por los lados de la “falconera” de manera discreta, sostenía que conoció también al “hombre ratón”, pero veamos que era eso del hombre ratón en la boca de Pedro Amador.
Como sucedía siempre, en los meses de julio y agosto llovía más de lo que la gente esperaba, y en medio de las tempestades nocturnas a veces aparecía un hombre de mediana estatura con cuerpo de ratón,  su enorme cola se arrastraba en el barro de las calles del pueblo, dejando un surco que a la mañana siguiente era el testimonio de su  existencia y también la alarma para los más creídos en asuntos de fantasmas. ¿Su origen? A excepción de Pedro y el chichero nadie quiso explicar, ni que era eso; ni por que aparecía en algunas noches de estos meses, pero según Pedro logró averiguar, que fue por un castigo  a petición de una madre a su hijo, cuando descubrió que le había robado todo el dinero de sus ahorros y sus pocas joyas que con tanto  esfuerzo había adquirido a lo largo de su vida. Ella, llena de rabia no midió la fuerza de sus palabras hacia el infractor, olvidando que hay horas en las que los ángeles dicen amén, y lo dicho se cumple como mandato divino para bien o para mal.
“Robas como los ratones y solo le pido a Dios que haga justicia y cada vez que pienses en robar a alguien sientas que primero robaste a tu madre como un ratón”
Palabras de la madre, que se transformaron en un decreto en la interioridad de su hijo; tanto o más que la energía del propio miedo al castigo por el pecado cometido y más de eso, fue la justicia invisible pero real que rige a los seres humanos, -- vino así el castigo -- cual espada desenvainada para tallar los hechos y dentro de ellos los corazones y el cuerpo de uno de sus protagonistas.
Siempre Pedro en voz alta se hacía una doble pregunta: ¿Cómo ocurrió y cuánto duraría ese castigo? Por eso es que siendo él un joven lleno de valentía y de buenos sentimientos, quiso aportar algo a favor, buscándole solución y fue en una noche que aguardó hasta que se encontró con aquel ser de aspecto mitológico al que los demás le huían después de persignarse,  lo increpó diciéndole: “¿cómo te llamas y por qué sales de noche?”, tal parece que por tener parte de su cara convertida en ratón no podía hablar y mostró dos afilados colmillos que a Pedro lo asustó de tal manera que se alejó a toda carrera.
Por la mañana recuperada la calma y el valor hizo seguimiento a la huella que tan extraño ser dejaba detrás de sí y llegó a una casita por los lados de Payita, donde una solitaria anciana que apenas si veía pudo recibirlo, entre lágrimas ella contó de que se trataba y estaba arrepentida, su hijo convertido en un mutante permanecía encerrado en un cuarto y solo se atrevía a salir de noche, -- ella a sabiendas del miedo que infligía a los demás, le exigía que no se alejara de la casa,--detrás de sus diarias oraciones hacía la constante súplica, abrigando la esperanza que en la medida que se arrepintiera el hijo y ella de su primera petición a Dios,   su cuerpo regresaría a la normalidad, pero eso no ocurría, ya tenían varios meses en eso.
Enterado  del asunto, Pedro se atrevió contarle al cura del pueblo lo que parecía un cuento de misterio y el comprensivo sacerdote aceptó visitarlos.
A partir de esos momentos en los que el cura se tomó el asunto bajo su responsabilidad, porque así lo manifestó varias veces, el sosiego y  la paz distraída por las apariciones nocturnas de aquel ser tan extraño, se hicieron  costumbre nuevamente en Turmero, nadie lo volvió a ver y el cura no habló más de eso.
Pasó poco tiempo en que el sacerdote falleciera  llevándose a la tumba el secreto de si resolvió o no el asunto,-- sostuvo Pedro – “posiblemente  no, todavía en algunas noches se le ha visto al hombre ratón cuando llueve, se le ve con la luz de los relámpagos y su andar es lento y sigiloso, solo que ahora no deja huellas como antes”.  Pedro que a Dios gracias está vivo todavía, asegura que nunca supo que ocurrió en la casa de la anciana desde el momento en que llegó el cura, pero cierto es que pasó a ser un misterio más de este pueblo. Recordó que el chichero, quien dijo ser hermano de la anciana y único testigo de su relato, también dejó de existir hace mucho tiempo. Los que fueron estudiantes de la Revenga en aquellos años y que alarmaban al pueblo adulto por estar haciendo colas para comprar chicha, recuerdan a este ambulante “hombre de negocios” con el apodo de “torito” y sus chichas con agua de angelito.
Más del hombre ratón, aun cuando otros no tan privilegiados dicen haberlo visto ocasionalmente en alguna noche merodeando en la plaza, se “guardan en el silencio sus opiniones”, seguramente para evitar encontrárselo una de estas noches tan oscuras por los apagones que ahora ocurren en Turmero.

FIN ONEROM JULIO 2014

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